¡Huele a naftalina!
nafatlina

La naftalina es el nombre comercial del naftaleno, un hidrocarburo aromático formado por dos núcleos bencénicos unidos y es el constituyente elemental de muchos de los productos antipolillas.

Oler las cosas es una costumbre que a menudo se realiza sin pensar, de hecho podemos decir que es una manía que tenemos como cualquier otra. Ahora bien, cuando se trata de la naftalina no hace falta que nos la acerquemos a la nariz para detectarla. El tufo que desprende es tan penetrante que echa para atrás y nos llega hasta el tuétano. Los profesionales de la conservación-restauración de materiales textiles lo sabemos muy bien, en particular cuando se lleva a cabo el tratamiento de limpieza en medio acuoso de una obra que ha estado guardada con este producto, los vapores de la naftalina, aunque hayan pasado muchos años, se manifiestan de forma virulenta.

Afortunadamente, en el ámbito museístico, el uso de las bolas de naftalina -al igual que los insecticidas y fungicidas domésticos-, para evitar la invasión de polillas y de otros parásitos que afectan a las colecciones textiles, ha quedado obsoleto. Conviene decir que estos productos químicos son portadores de gases tóxicos cuyos efectos son implacables y en los tejidos dejan secuelas, como por ejemplo amarilleamientos, alteraciones de los tintes y manchas, entre otras reacciones físico-químicas.  Así mismo, desconocemos la cantidad de naftalina necesaria para que sea realmente efectiva, se habla de 1kg por m³. 

Por otro lado, en el ámbito privado, todavía quedan nostálgicos desinformados que encuentran bolas de naftalina en algún comercio y se hacen con una buena provisión para esparcirlas cada temporada, de manera ceremonial, por los cajones, los armarios, los baúles, es decir, por un sinfín de contenedores, con la satisfacción de seguir la tradición de las cosas bien hechas. ¡Nada más lejos de la realidad!, todos los atractivos de estas perlas nacaradas se desvanecen cuando conocemos sus efectos nocivos para la salud, para los materiales textiles y por supuesto, para el medio ambiente.

Por estos motivos es importante poner fin a estas prácticas de forma expeditiva, sustituyéndolas por rituales no tóxicos, basados en el control medioambiental y en actuaciones individuales de conservación preventiva. Por suerte, la expresión que titula este escrito ha caído en desuso, aunque el olor de la naftalina persista en el tiempo.

¡Aprovechando que es el 80 aniversario del superhéroe Batman, le podríamos pedir que actúe al respecto!

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